terça-feira, 15 de novembro de 2011

Enhorapunta

En el vagón
me ha sonreído el niño
al quitarme del medio
y se ha reído mi abuelo
en un sólo de flamenco.

En el vagón
se le han caído las aceitunas
a la Señora de Oliva
cuando la embarazada Linda
ha ejercido su derecho a asiento.

En el vagón
amor a solas
entre miradas de cartón
y horas y horas.

sexta-feira, 3 de junho de 2011

De "El guarda saca su peine"



Hacer su vida
no es
hacer su dicha
señor mío
Lo uno es un coche de niño
Lo otro
una bicicleta de hombre
y nadie viaja
Yo tenía un moral que tenía
hojas y hojas
Un ángel creció dentro
con fiebre roja
en la boca
Decir no ha dicho nada
En verano dejó
estallar los labios
y negro fue
el descenso de los frutos
y siempre infectada de orugas estaba la axila,
a veces fue cosa de un guarda y violinista
entonces era él un fugitivo y anduvo por el nervio
del verano su maleta era de tiempo
Entonces un sastre habitaba el cielo como huésped
    hoja a hoja
cortado pagó en septiembre al septiembre
Detalles no tenían la menor importancia, señor mío

                ...................

La sonrisa era vieja y sin embargo todavía una niña
La mentira nos había visitado como un zarcillo
en el pelo del perro, como la gata con ocho puntas del pie
iguales.
A la amiga hacía tiempo que la compró el servicio secreto
El cerebro ya nunca fue propiedad
Así bailotea la piel en el miedo es como el vuelo de ningún
mirlo a pie en la altura
pestañear o pensarse triste
Yo no debo preguntarle nada para no saber 
que lo haría de nuevo.

                                                   Herta Müller

terça-feira, 31 de maio de 2011

Carreiros

Carreiros, calexas, callejones, senderos. En cada vereda, orilla, veira.
Buscando el camino más corto las personas miopes tendemos a orillar hasta desaparecer por el mar. En el mejor de los casos nos perdemos por un sendero escondido por el paso del tiempo o un callejón de salida remota. Todos los caminos sin cruces terminales llevan a otro y aunque tengamos que escalar una y otra vez siempre cabe la posibilidad de dar la vuelta. Y la vuelta no es el eterno retorno aunque el tiempo no sea lineal, ni tan siquiera cíclico, porque el tiempo es relativo y relativamente volvemos sobre pasos que ya no son nuestros al haber hecho camino.
No es igual este mayo que se acaba al del mayo pasado, pero sin duda se ha abierto un sendero tapado por el paso del tiempo, es decir, por el matojo, la hoja seca y el olvido.


quarta-feira, 11 de maio de 2011

Caminos de vuelta o rutas fijas

Con el sol me he atrevido a cambiar los raíles eléctricos por una bicicleta. En la ciudad, en ésta, pedalear es seguir una ruta y la aventura se acaba en elegir cuál. Si te desvías enlazas con otra y todas te llevan de vuelta. Es igual que los raíles, no hay pérdida.

A lo lejos el recuerdo de abrir caminos entre mimosas, robles, abedules.
A lo lejos la montaña y el mar, los caminos de mil nombres, los viajes sin vuelta, las vueltas imprevistas, la noche que no espera...

Cada vez más lejos el recuerdo de hacer tu propio camino y cada vez más cerca de seguir el mismo camino de vuelta.

¿Somos iguales porque caminamos juntos o porque no nos desviamos del camino?

segunda-feira, 25 de abril de 2011

25 de abril sempre!



Flores pacíficas amantes revolucionarias.

La paloma blanca trae una rama de Olivo
de los olivares del Jaén altivo.
El cañón ianqui disparó un Clavel.
Al frente de la revolución
va la Rosa,
van el Loto, el Tulipán,
va el Naranjo, el Cedro
y el Azafrán.

Hace treinta y siete años
Angola y Mozambique
repartieron Cravos,
rojos y revolucionarios,
por la calles de Lisboa.

Y el Jazmín y el Loto se han levantado ayer.

sexta-feira, 22 de abril de 2011

El primer paso

Tengo tan presente la seguridad que me transmitió la mesa de la cocina cuando me levanté por primera vez que aún guardo rencor de la mano que me obligó a dejarla atrás par dar pasos en falso. Miedo, vértigo, soledad. El primer muro después de quitar los ruedines de la bicicleta azul sin conseguir pedalear todavía. La mesa de la cocina, los ruedines, el billete de metro.
Hoy prefiero quedarme en el banco más estático del vagón. Sé que el primer paso en falso ha sido imprescindible para poder alcanzar este banco pero echo de menos la mesa de la cocina cuando aún era azul.
En algún momento tendré que dejar de agarrarme al banco y luchar una vez más contra el vértigo. Escoger una estación.
Envidio al niño que llora en los brazos de su madre porque no lo deja andar. Hoy sabe a dónde quiere llegar.

terça-feira, 19 de abril de 2011

A la vuelta

El silencio del metro. Ese silencio ruidoso.
Sólo dos hermanas comentan algo de sus vidas y en el otro banco un hombre mayor se detiene en el vacío. Es elegante y muy delgado. Lleva puesto un traje de domingo aunque su expresión no es propia de un festivo. Obsevo al resto y podría asegurar que nadie ha nacido aquí. Ella, la mujer de enfrente que dormita contra el cristal ha llegado, por lo menos, de otro país. Las hermanas tampoco han nacido aquí, hablan distinto, tienen distinta la piel. El hombre del fondo podría ser pero hay algo en él que reconozco en mí, es la tristeza y la emoción cansada que se apodera de la gente que va de tren en tren, de vagón en vagón.
También el hombre mayor, con su traje de domingo, su rostro afeitado, bien peinado, parece venir de un pueblo remoto al que nunca volvió.
Y entonces por fin lo veo. Al final de sus piernas, donde deberían estar los calcetines, no hay nada. El bajo del pantalón está roto por el uso y sus zapatos llenos de barro a penas tienen suela en la que apoyarse.
Entonces la veo a ella que dormita y en su rostro aún quedan restos del maquillaje de la mañana que intentaba esconder sus ojos.
Y ellos, el vagón, yo, nos perdemos en el silencio, en los rostros que habitan cada espacio, tan comunes y diversos que finalmente no podemos distinguirnos del vacío.

sábado, 26 de fevereiro de 2011

En el primer vagón...


Hoy he esperado el cercanías sentada junto a un hombre de casi 50 años. J. Pereira Batista, de Guinea Bissau. Olía a alcohol su aliento y sus ojos estaban irritados de cansancio. Al acercarse al tren empezó a caminar despacio. Es un hombre grande y paciente que lleva la sin razón de la guerra de parada a parada del cercanías, camino siempre hacia Villaverde, Villaverde bajo. Me ha hablado de la guerra que salía de las matas y nunca llegaba a la capital. Me ha contado donde se esconde el cobalto y las muertes que encierra. Guinea, Angola, Congo.
El mundo va mal, si hubiera miles como yo esto acabaría muy mal. Nos dan muchos nombre, nos insultan, nos ignoran. Morimos a miles y nadie se entera.

[El pasajero de enfrente es joven, nos escucha sin observarnos y aprovecha un encuentro casual de miradas para ofrecernos una sonrisa cómplice y confusa]. 

J. se soprende hablándome de su doctora y se asusta. Cambia de conversación, intimidado, a términos de clase y conocimiento de Amancio Ortega por si puede sorprenderme. Confiesa que no me entiende, que qué tipo de investigación estoy realizando. Su acento es confuso, más cubano que Guineano. Me considera también, como él, portuguesa y me dice que yo tengo algo dentro, algo que no tienen las demás blancas.
Se busca coqueto y me da su teléfono. J lleva algo dentro que explota en su cuerpo, que intenta calmar con cualquier cosa, pero ya no aguantará más. J guarda la brutalidad y la conciencia, la libertad y la injusticia, todas las muertes de las guerras silenciosas. La verdad del cobalto.
Encantada, J, que tengas muchas suerte y que todo vaya libre entre nosotros.
Nos bajamos del vagón hacia direcciones opuestas.

¡Qué siga el viaje!