Con el sol me he atrevido a cambiar los raíles eléctricos por una bicicleta. En la ciudad, en ésta, pedalear es seguir una ruta y la aventura se acaba en elegir cuál. Si te desvías enlazas con otra y todas te llevan de vuelta. Es igual que los raíles, no hay pérdida.
A lo lejos el recuerdo de abrir caminos entre mimosas, robles, abedules.
A lo lejos la montaña y el mar, los caminos de mil nombres, los viajes sin vuelta, las vueltas imprevistas, la noche que no espera...
Cada vez más lejos el recuerdo de hacer tu propio camino y cada vez más cerca de seguir el mismo camino de vuelta.
¿Somos iguales porque caminamos juntos o porque no nos desviamos del camino?
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